La leishmaniosis es una zoonosis, es decir, una patología compartida por perros y humanos. La transmisión no puede realizarse por contacto directo entre hombre-animal, sino a través de la picadura de insectos vectores, los flebotomos, pequeños insectos presentes principalmente en las zonas rurales o en las áreas boscosas urbanas o periféricas, que infectan a través del reservorio de la enfermedad, el perro. En estos animales la infección se transmite durante la estación primavera-otoño y puede pasar de manera inadvertida durante meses o años.
Expertos en medicina humana y veterinaria acaban de poner encima de la mesa la creciente preocupación por la progresión de la leishmaniosis durante la celebración del II Curso de Infectopatología, organizado por la Fundación IO, la Asociación Española de Micología y el Club de Patología Infecciosa de la SEAP (Sociedad Española de Anatomía Patológica).
En España, las regiones más afectadas hasta el momento por la leishmaniosis canina son Andalucía, Palma de Mallorca, la Comunidad Valenciana y Cataluña. Pero, en los últimos años, se ha comprobado que no sólo las zonas de clima típicamente mediterráneo son proclives a la enfermedad. Según los últimos datos, las zonas del Norte de España (País Vasco y Galicia) están registrando cada vez más casos de perros afectados por leishmaniosis, y en Madrid en los últimos 15 años el riesgo de tener un animal infectado se ha multiplicado por 1.54.
Para la doctora Guadalupe Miró, del Departamento de Parasitología y Enfermedades Parasitarias de la Universidad Complutense de Madrid, «el cambio climático y socioeconómico global está modificando la epidemiología de las enfermedades transmisibles y especialmente las transmitidas por vectores artrópodos (mosquitos, garrapatas, etc.) y es un hecho que se ha producido un incremento en el movimiento de turistas y mascotas por todo el territorio europeo, lo que está produciendo que se presenten enfermedades en áreas donde no se habían presentado antes. Un ejemplo claro es el incremento en el número de perros con leishmaniosis en países del Centro y Norte de Europa donde, hasta hace unos años, esta enfermedad era considerada exótica».
El propietario no conoce el verdadero riesgo
La leishmaniosis requiere terapias que deben ser suministradas al perro durante toda su vida, las cuales llevan a una mejora transitoria de la salud del animal pero que no logran erradicar el parásito. Las recaídas son frecuentes y difíciles de tratar, ya que es una enfermedad que se puede tratar pero no curar, lo que lleva al sacrificio del animal. Los síntomas más agudos y graves se inician con fiebre elevada y discontinua, anorexia y abatimiento general. Puede ir acompañado de lesiones cutáneas, pérdida de peso y parálisis de las piernas traseras, seguido de la muerte en pocos días.
Según un estudio realizado en 2008, la mitad de los hogares españoles con perro conocía esta grave patología. El nivel de información de los hogares españoles con perros es alta: un 88 por ciento saben cómo se transmite, frente a un 11,8 por ciento que todavía desconoce que la leishmaniosis puede ser transmitida también al hombre. Asimismo, un dato preocupante es que un 67,3 por ciento de los propietarios reconoce no saber si se puede prevenir, por lo que no asumen la importancia de tomar medidas preventivas de protección durante todo el año.
La prevención es responsabilidad del veterinario y del propietario
En los últimos años se ha hecho patente la necesidad de crear grupos de profesionales, como LeishVet (Grupo de expertos para el manejo y control de la Leishmaniosis canina en Europa) o ESCCAP (Consejo Europeo para el Control de los Parásitos de los animales de compañía), que pretenden ser puente de diálogo sobre el manejo de la enfermedad con veterinarios clínicos, científicos, autoridades sanitarias y la población. El objetivo principal de estos grupos reside en analizar la situación real de las parasitosis de los animales de compañía, y en concreto de la leishmaniosis, e intentar unificar criterios en cuanto a las pautas de control y manejo de las enfermedades parasitarias.
Guadalupe Miró, miembro fundador de LeishVet y presidenta de ESCCAP España, ha apuntado durante la mesa redonda que «la educación sanitaria es fundamental y que la medicina preventiva es el presente. Así pues, el propietario debe ser informado de manera adecuada por los veterinarios que deben recomendar las medidas de protección adecuadas para viajar a las distintas zonas de riesgo de las enfermedades citadas, en especial de la leishmaniosis, conociendo en cada caso la distribución y prevalencia de las mismas». Es imprescindible que el veterinario dedique todo el tiempo que sea necesario para explicar al propietario del perro todas las medidas encaminadas a la protección de los perros y las personas.
Hoy en día no existe una vacuna contra la leishmaniosis para uso humano o canino, por lo que la única profilaxis disponible hasta el momento es la prevención de la picadura del flebotomo adoptando desde el principio las máximas precauciones para limitar las posibilidades de que el perro contraiga la enfermedad.
Según un estudio interno de Intervet Schering Plough, el 86 por ciento de los veterinarios españoles aconsejan que el dueño del perro aplique insecticidas sobre el perro en los meses estivales aunque, preferiblemente, debería hacerse durante todo el año. Para ello, son especialmente recomendables las especialidades veterinarias de uso tópico a base de piretroides: deltametrina y permetrina. Además es muy importante que la prevención sea de larga duración. La deltametrina está disponible en formato collar que protege a los animales frente a los parásitos durante 6 meses y la permetrina está disponible en formatos de aplicación mensual.
El objetivo es evitar el contagio entre el insecto y el perro y estos productos presentan cerca de un 90 por ciento de protección. Además, se aconseja a los dueños que viven en las zonas endémicas que protejan al perro dejándole a cubierto, sobre todo de noche, momento en el que los flebotomos son más activos. La protección de la picadura debe además garantizarse en aquellos perros ya infectados o enfermos para evitar la transmisión de la enfermedad a otros perros o al hombre.
Por lo tanto, la utilización de métodos como los collares de deltametrina se aconseja en perros sanos para evitar el contagio, así como en aquellos ya infectados, reservorio de la infección, para reducir y controlar la infección y, por último, en aquellos casos en que el dueño viaja con el perro o se traslada por las vacaciones estivales a zonas de riesgo endémico.
Para el doctor Fernando Fariñas, del Centro de Enfermedades Infecciosas y Salud Internacional e Instituto de Patología y Enfermedades Infecciosas de Málaga y Granada, «varias investigaciones han demostrado que el uso de dispositivos con moléculas como la deltametrina, permetrina y otros piretroides son muy efectivos, llegando a proteger al perro de la picadura del flebotomo en un alto porcentaje durante toda la estación de riesgo».
Fuente: http://www.elperiodicodelafarmacia.es
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